UN DÍA EN RAFAEL SUITES DE MADERA

Son los primeros rayos de Sol. Tímidos al principio, se cuelan entre las hendijas de la noche. El resplandor se filtra a través de las ventanas entreabiertas y el olor a café recién hecho comienza a llenar el aire, mezclándose con el frescor matutino. Me asomo al jardín, escuchando aún el crepitar cálido de la chimenea, una imagen que evoca hogar y refugio. Cierro los ojos y suspiro. Aquí el tiempo se desliza suavemente. Sobre la mesa del porche, aún descansan las historias del libro que comencé ayer.

Respiro hondo por el caminito que me lleva a la casa principal, rodeado de hortensias, hiedras, bambú, rosales, amapolas y tulipanes. Me paro un momento frente al olivo centenario. ¡Cuántas historias habrá presenciado! Cuántos secretos habrá guardado. Al final, me espera un festín de sabores: pan recién horneado, frutas frescas, quesos artesanales y embutidos tradicionales, croissants dorados y crujientes. 

Mientras saboreo cada bocado, planeo la jornada explorando la Sierra de Madrid. Senderos que serpentean a través de bosques de pinos y robles, respirando el aire puro y fresco de la montaña. El itinerario me lleva por pequeños pueblos con encanto, donde sus casas de piedra se aferran a las laderas de las colinas, y las plazas pintorescas rebosan de vida y tradición. 

No hay cansancio que no sea acogido por el mejor descanso cuando llegas a Rafael Suites de Madera. Allí me espera otro momento de relajación. Me sumerjo en la piscina climatizada, dejando que el agua salada me acaricie la piel, disfrutando del equilibrio entre su calidez y el aire fresco de la montaña. El suave susurro de las hojas de las encinas del jardín crean un ambiente sereno y mágico, un momento de paz y conexión con la naturaleza que, sin duda, me recarga de energía.